Al oír la palabra esclavitud nos viene a la cabeza abolición. Y es que, desde que se firmara en 1926 la convención sobre la esclavitud,
se declara ilegal y se persigue a quienes la practican. Sin embargo,
esta tragedia humana sigue dándose y como sucede habitualmente en estos
casos se ceba con los más débiles.
La situación
Que en pleno siglo XXI sigue habiendo esclavitud infantil y que muchos y muchas menores siguen sufriendo explotación laboral es un hecho contrastado y reconocido. Esta cruel verdad se ve sustentada por el gran consumo, casi en su totalidad en occidente, de productos originarios de países que utilizan esta “mano de obra barata”.
Un
claro ejemplo de esto nos lo dan China e India. Considerados países
emergentes, es cierto que desde hace algunos años van creciendo y
desarrollándose económicamente y ganando mercados en el mundo, aún les
quedan muchos problemas por resolver. Uno de los más graves es el
trabajo infantil que ha resurgido con fuerza los últimos 20 años,
justamente como una forma de potenciar la economía, abaratar costos y
poder vender internacionalmente a un precio más competitivo.
Hoy,
todavía hay, según estimaciones de la OIT (Organización Internacional
del Trabajo), alrededor de 60 millones de niños y niñas menores de 14
años que trabajan y, buena parte, en estado de casi esclavitud en
diferentes sectores laborales de la India. Además, las niñas son las que
se encuentran en peor situación ya que, además de trabajar muchísimas
horas, deben soportar los abusos sexuales de sus patrones.
No
es difícil encontrar noticias relacionadas con empresas que tienen
menores de 13 años trabajando 16 horas, por 70 céntimos de dólar a la
hora. Un ejemplo de estas condiciones lo tenemos en la transnacional
Foxconn, que se ha convertido en el mayor fabricante de componentes
electrónicos del mundo (iPhone, iPad, PlayStation, Xbox,...) y que,
pese a tener la sede central en Taiwán, es el mayor exportador de China.
Esta empresa tiene en China 430.000 personas trabajando de las que el
10% no supera la edad mínima para trabajar.
Por
suerte, desde hace unos años ONG internacionales y organizaciones como
UNICEF han presionado a los estados para que cumplan los derechos del
niño y la niña y mejoren las condiciones laborales infantiles. No
obstante, es trabajo de todos y todas concienciarnos de este problema y
cambiar la percepción de la sociedad.
Erradicar
el trabajo infantil y la esclavitud llevará tiempo, pero con la ayuda
de cada uno y una de nosotras es posible evitar que más niños y niñas
pierdan su infancia por tener que trabajar.
Se abre el debate:
¿Trabajo infantil o esclavitud infantil son conceptos íntimamente ligados o se pueden separar? Evo Morales ha terciado diciendo que, por razones culturales, los menores deben trabajar para desarrollar "conciencia social", pese a que contraviene convenios internacionales suscritos por el país.
El suceso que le da voz
El niño pakistaní Iqbal Masih fue vendido a la edad de 4 años por su padre por 600 rupias (9 euros), para hacer frente a los gastos de la cura de su hermano mayor. Iqbal fue obligado a realizar jornadas laborales de mas de doce horas en una fábrica de alfombras, llegando a ser encadenado al telar donde trabajaba y a ser golpeado varias veces. Las durísimas condiciones que debió soportar afectaron a su crecimiento, midiendo a los doce años de edad la estatura de un niño de seis.
Un
domingo de 1992, cuando tenía 10 años, Iqbal pudo escapar de la
fábrica, y se convirtió, pese a su juventud, en un activista contra la
explotación laboral infantil. Denunció la situación de esclavitud que
vivían muchos y muchas menores de su país.
Con
la ayuda del sindicato Bhatta Mazdoor Mahaz (Frente de los trabajadores
de ladrillos), Iqbal denunció a su dueño frente a la justicia. Éste fue
condenado y obligado a cerrar la fábrica, dejando así en libertad a los
compañeros y las compañeras de Iqbal.
El
16 de abril de 1995, mientras montaba en bicicleta camino de su casa,
fue abatido a disparos desde una furgoneta. Los autores del crimen
desaparecieron sin dejar rastro, aunque los vecinos del lugar afirmaron
que se trataba de mercenarios contratados por una de las empresas, a las
que Iqbal y el sindicato les estaba siguiendo la pista.
En 1998 en memoria de Iqbal, se instauró el día 16 de abril como día Mundial contra la Esclavitud Infantil.
La lucha: Las “Kamalaris”, niñas empleadas de hogar
El sistema de “kamalaris” de Nepal, es un claro ejemplo de que hoy en día todavía existe esclavitud infantil. Los padres envían a estas niñas, en su mayoría entre 6 y 9 años, a casa de alguna familia adinerada de la capital, Katmandú, para pagar deudas contraídas. Las niñas trabajan todo el día en las labores de la casa y el campo, duermen pocas horas, casi no comen y tienen poca salud y ninguna educación.
En Nepal, 1.000 niñas son aún “kamalaris”, a pesar de que el gobierno lo prohibió hace ya catorce años.
Os dejamos un pequeño video con el testimonio de una mujer que de niña fue “kamalari” y el trabajo del Forum de Chicas Kamalari.
¿Qué queremos hacer?
Las causas de este crimen son, entre otras, las relaciones económicas internacionales radicalmente injustas, el sistema político de los países ricos y el sindicalismo de esos mismos países. Las relaciones internacionales están representadas por las grandes multinacionales y el sistema financiero, que no dudan en sacrificar a las niñas y los niños en aras de sus ganancias. Los sistemas políticos están representados por los grandes organismos internacionales y por los partidos con representación parlamentaria, que legitiman esta situación y no hacen nada para acabar con este crimen. Los mismos sindicatos son cómplices, al guardar silencio ante la esclavitud infantil.
No es un problema de fácil solución.
Hacer
que dirigentes de multinacionales y políticos corruptos cambien esto
suena a imposible. Pero la presión de la masa y sobre todo las
tendencias que marca la ciudadanía de occidente en sus hábitos de
consumo son capaces de cambiar las políticas y las líneas de actuación
de grandes empresas y gobiernos. Y es ahí donde tu voz vale, donde tus
actos tienen consecuencias directas. Con cada cosa que hacemos, la
consideremos de mayor o de menor importancia nos posicionamos a favor o
en contra de este tipo de abusos. En nuestro día a día, en nuestras
costumbres y vida cotidiana. Piensa al comenzar el día ¿quiero que lo hagan en mi nombre?
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