domingo, 20 de diciembre de 2015

18 de Diciembre. Día Internacional de la Persona Migrante

A veces un poema no tiene que rimar para ser sublime; a pesar de quedar constancia de que, como dice Arcadi Oliveres, la historia de la humanidad es la historia de las migraciones, éstas se siguen viendo con malas miradas. 

Tener una mente abierta para romper los muros que entorpecen el mercado, y poner pinchos a las vallas de 7 metros para entorpecer el paso de las personas; dice bastante de una sociedad. Habla de su avaricia, de su falta de empatía, de su egocentrismo, de su desprecio por la vida, de su miedo a lo diferente, de su ignorancia.

El camino que recorren las personas migrantes es un empedrado difícil, lleno de obstáculos externos e internos. Cuando llegan a su destino nadie debería tratarlas como delincuentes, sino como personas luchadoras de su felicidad que han llegado a la mitad de su recorrido. No creo que sea descabellado decir que por nuestra parte, estaría bien tenderles una mano amiga, para facilitarles, o por lo menos no dificultarles más el que puedan llegar a meta.

SOY EMIGRANTE

Si me ves por la calle no te darías cuenta que llegué de un pequeño país.
No imaginarías que crucé un gran océano para llegar aquí.
Ni que tengo en mis venas sangre de otras antepasadas y antepasados.
Mi piel es blanca. Por eso no me confundes con una emigrante. PERO LO SOY.
 
Traigo otras costumbres, otra cultura, otra educación, pero hablo tu idioma.
Ésta es una herencia que nos legaron tus antepasados cuando hace más de 500 años
fueron inmigrantes en mi tierra.
Hablo tu idioma con un acento distinto al tuyo. Entiendo lo que tú hablas, pero entiendo más tus miradas, tus gestos de desconfianza, y esas ganas enormes que te salen a veces de preguntarme:
“¿A qué viniste a mi país?”.
 
 Soy emigrante y llevo impresa en mis retinas imágenes de ese paisito que me arropó hasta ahora,
y revisando mis recuerdos me di cuenta que no son tan diferentes a los tuyos: el mismo sol,
las mismas flores, las mismas risas de los niños y niñas cuando juegan en la plaza.
Las mismas ganas de vivir, de proyectarnos en el tiempo, de ver crecer a nuestros hijos libres y felices, de abrazar algún día a nuestras nietas.
  
Tal vez la única diferencia sea que el día que muera, tu tierra y no la mía, cubrirá mi cuerpo.
Pero el mismo cielo va a iluminarnos a todas y a todos.
 
Soy emigrante pero no he llegado con las manos vacías, traje conmigo conocimientos,
historias, gastronomía, música, artesanía y mucho más para compartir.
 
 Soy emigrante y no vine a robarte, vine a ayudar a tu país con mi trabajo.
 
 Soy emigrante y respeto tu vida y tus costumbres.
Admiro el amor que sientes por tu gente.
En mi pecho late un corazón, igual al tuyo, igual al de toda la humanidad.
Un corazón que ansía vivir en paz y armonía.
 
 Soy emigrante y llegué para quedarme, no porque no ame a mi pequeño país,
sino porque tiene heridas tan profundas que yo no tengo fuerza para curarlas.
 
No creas que es fácil ser emigrante, pero si tú me ayudas, si me aceptas,
si me permites respetarte y me respetas, si me enseñas y aprendes de mí,
vas a darte cuenta que vine a quedarme para entregarte
lo único que me queda: MI PROPIO SER.

Elena Ehrlich

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